
como un arreglo floral en la almohada;
pastillas de colores vivos;
protocolos;
su cuerpo estigmatizado
tal que el de un Jesucristo femenino
o el destello capturado de tenerla cerca...
En la cama de al lado
esa chica magnética con un tumor cerebral
sonríe como si todo fuera un juego.
A veces dirijo a ella una mirada de toro de lidia
y entonces sé que parezco el conserje del infierno
(no me recuerda a ti).
Ella aún demuestra
que la dignidad, y la elegancia, y la alegría
brotan del interior.
La democracia verdadera de la enfermedad, igual que todo límite,
alienta la libertad de expresión
y la amistad experta
mientras lo llena todo de impregnaciones fantásticas...
Esa bolsa de suero parece un reloj de arena.
Regresa la enfermera con Nolotil inyectable, jeringuilla o lanza en astillero
y sus alas de ángel.
Alguien ha abierto el periódico y lee las esquelas
buscando nuestros nombres.
Nebulosa. El dolor; los calmantes. Cicatrices que la vigilia
convierte en acuñaciones en la piel. Ecos de mantra por
megafonía...
Al apagar la luz hablamos en voz baja
hasta el agotamiento
porque a ambos nos da miedo quedarnos dormidos:
despertar es nacer.
(Luis Artigue)
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